La calle Mayor

La Calle Mayor: en una calurosa tarde de estío del año 1932, Manuel Tomé (el Morla) y varios personajes más, están sentados en cómodas sillas de mimbre a la fresca de la sombra de la fachada del Centro Obrero.
La amplia calle Mayor estaba tranquila y silenciosa, casi todos los habitantes del pueblo duermen la siesta, este monótono silencio, se rompe de largo en largo por el paso de algún automóvil que circula por la carretera. El cielo es azul intenso y el sol cae con aplomo sobre los tejados de las bajas casas proyectadas por Larramendi, una mosca juguetona, con el monótono zumbido de sus alas, no deja que los tertulianos conversen en paz, manteniéndoles en guardia para apartarla con sus huesudas manos entre palabra y palabra.
Por la misma acera donde están sentados se acerca raudo Isidoro el barbero y a la vez conserje de la Casa del Pueblo, es un joven de cultura rudimentaria pero muy voluntarioso, su faz es cetrina, con pequeños hoyuelos, es una persona complaciente, cariñosa y fácilmente ríe.
-Salud- les dice a los tertulianos.
- ¿Ha leído usted este periódico?- dirigiéndose a Manuel Tomé que era el corresponsal de “El Luchador” diario republicano de Alicante, pianista, novelista y Secretario del Ayuntamiento.
-No- le contesta.
-Es “El Obrero de la Tierra” y yo soy el corresponsal, y como usted es escritor, me gustaría que escribiera unas “letricas” sobre lo que pasa en el pueblo para publicarlas en él.
-¿Qué es lo que pasa en el pueblo?-
-Pues por ejemplo lo de las monjas, que nadie sabe quién es el amo de la Hacienda, que ha legado para los pobres la dueña en su testamento, y son los “padres” los que se están aprovechando de ella
-O lo del “Pelota”, que como es de otro “partio” en el  Juzgado Municipal lo han condenado sin razón.
-O lo del “Tremiño”, que le han embargado la cosecha, teniendo pedida la revisión del contrato de arrendamiento y no han querido escucharle.
-O el caso de la “pedrea” que después de prometer que se iba a indemnizar, no están haciendo caso de “na”.
“Pánguiles” el encargado del reloj público y campanero, era un ser imperfecto, monstruoso, ciego completamente de un ojo y casi del otro, enano, todo él hecho un “cromo”, a grandes voces llamó a Isidoro y le dijo que en su barbería había un niño para cortar el pelo.
La tarde sigue perezosa hacia el ocaso, el azul del cielo se va haciendo más oscuro y el aire se hace más denso, poco a poco LA CALLE MAYOR va recobrando el ritmo de la tarde, los hombres se dirigen a la huerta para realizar sus quehaceres a la fresca, y las mujeres salen a proveer sus hogares de lo necesario para su frugal cena, mientras que el aguador va repartiendo su cristalina carga entre los vecinos de la Real Villa, conduciendo su carro cargando con su enorme bocoy, tirado cansinamente por su pardo mulo..  

  Historia basada en un artículo de Manuel Tomé Palomar para el diario republicano EL LUCHADOR.

José Viudes Amorós. Vocal de l’Institut d’Estudis Guardamarencs

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