Los hermanos Bazán

Los Hermanos Bazán: La aventura del llamado Trienio Liberal (1820-1823), se acabó con la invasión del ejército francés llamado los Cien mil Hijos de San Luís. Los liberales partidarios de la Constitución de 1812, para salvar sus vidas de la dura represión de los absolutistas tuvieron que exiliarse al extranjero. Entre éstos estaban los hermanos Antonio y Juan Fernández Bazán que se escaparon a bordo de un barco fondeado en la Bahía de Gibraltar. Desde octubre de 1825 estaban preparando en dicho barco una sublevación contra el régimen de Fernando VII.
La madrugada del 19 de febrero de 1826 en la Real Villa de Guardamar fue muy fría, el viento del NW quemaba los curtidos rostros de los expedicionarios que bogaban con fuerza sus chalupas. Poco a poco desembarcaron los 60 hombres, sus pies descalzos se estremecieron al contacto de fina y helada arena, el mar permanecía en calma y el silencio de la playa sólo era perturbado por el chasquido monótono de las pequeñas olas cargadas de blanca espuma; los cangrejos correteaban raudos al sentir a los intrusos, sumergiéndose en su húmeda madriguera. A lo lejos una gaviota emitía un lastimero graznido, en el horizonte se adivinaba la pronta llegada del día. Eran las seis de la mañana.
Uno de los hombres lió la picadura de tabaco y cuando se disponía a golpear el pedernal, la mano de Antonio le detuvo – ¿Qué haces? ¿Quieres que nos descubran?- en ese mismo instante se acercaba el explorador que había enviado a inspeccionar el terreno: – mi comandante todo está en orden, el pueblo está tranquilo, he observado que el puente sobre el río está en obras y las puertas que lo cerraban abiertas, no hay problemas para cruzarlo.- Bazán levantó la mirada y la dirigió hacia la silueta de la Villa amurallada, la oscuridad la hacía más imponente, destacándose la torre de la iglesia y el torreón de la pólvora en la parte norte y la fortaleza al sur.
Los expedicionarios entraron en la plaza del Arrabal, que estaba situada antes de  la entrada de la Villa. Los hombres se distribuyeron estratégicamente  cubriendo los diferentes flancos, portaban mosquetes con la bayoneta calada; de una patada uno de ellos abrió una puerta de la casa situada en la esquina y amenazando al soñoliento dueño le dijo – silencio que no te va a pasar nada si nos llevas a la casa del Alcalde,- el pobre hombre después de reponerse del susto les dijo que el Alcalde se llamaba  José García Pareja y vivía en número 2 de la calle Sta. Lucia.
El Alcalde se disponía a levantarse de la cama para enjarciar el asno y bajar a su huerta para iniciar sus labores agrícolas, de pronto su mujer le cogió del brazo y le dijo –“ Pep as setid aixo;” -  “¿qué? “– “no sé, com un murmull de gent” – cuando  José se dirigía a la puerta a comprobar lo que pasaba,  un grupo de hombres armados con bayonetas le rodearon –¡quieto no dé un paso más¡.- El hombre que mandaba el grupo vestía uniforme del ejército con las insignias de comandante, se dirigió a él y le dijo: – ¿es usted el Alcalde del pueblo?- - Si yo soy - le contestó. –Yo soy Antonio Fernández Bazán jefe de la expedición, venimos a traerles la libertad proclamando la Constitución de Cádiz de 1812, que el ignominioso monarca Fernando VII ha renunciado de ella después de jurarla ante las Cortes-. ¡Qué libertad y que leches,¡ -nosotros somos fieles seguidores del “Altar y la Corona” y no estamos con los perseguidores de las tradiciones y de la Iglesia.-
Bazán no tuvo más remedio que apresarlo. Con un pelotón de revolucionarios se dirigió con el prisionero a buscar al escribiente del Ayuntamiento, éste se llamaba Florencio Aracil, que era miembros de una familia que acaparaba todos los empleos públicos de la Villa, (su padre y su hermano Pascual ocuparon el mismo cargo, Joaquín el otro hermano era secretario del Juzgado).
Florencio vivía en la plaza Mayor, unos violentos golpes en la puerta de su casa le despertaron con sobresalto. Al abrir irrumpieron rápidamente unos hombres armados que le rodearon y le conminaron a salir de la casa, lo situaron junto al Alcalde y los dos juntos los dirigieron hacia la Casa Consistorial. La Sala Capitular del Ayuntamiento estaba situada provisionalmente en una casa particular alquilada a Joaquín Aracil desde hacía varios años. El edificio de la Casa Consistorial  estaba el muy mal estado desde que una tormenta destrozara la cubierta hacía más de 20 años. Introdujeron a los dos hombres en la Sala y los dejaron custodiados por dos centinelas armados.
Bazán dio la orden de confiscar la ropa, armamento y municiones de los Voluntarios Realistas, para ello obligó a Florencio que redactara un escrito firmado por el Alcalde para que se le entregara: el vestuario, armamento de guerra, municiones embaladas y pólvora del oficial que estaba a cargo del castillo, mandó además realizar un bando al Alguacil pidiendo a los vecinos que se le entregara caballos, alpargatas y unas raciones de pan para el camino.
Ante la orden se presentaron en la plaza del Arrabal unos cuantos Voluntarios Realistas con las monturas, solamente tres de ellos con el equipo completo. El acopio de pan fue muy lento porque a pesar de que existían tres hornos en la Villa, (uno de ellos intramuros) el terrible terremoto de 1823 los había dañado y no funcionaban bien, pues si los horneros les metían mucha carga, el humo penetraba por las grietas y estropeaba los panes amasados.
Una vez que los hombres hubieron descansado, Bazán mando reunir a todo el pueblo en la plaza del Arrabal y en presencia de Antonio García, Vicario Párroco de la Villa; el Alcalde y el Secretario, leyó una proclama manuscrita en la que en nombre de la Constitución destituía al monarca Fernando VII del trono de España. A continuación entregó un bando a la Justicia y Junta de Propios alusivas al nuevo “Orden Establecido” con más de veinte artículos, para que se publicara en los sitios de costumbre de la Villa.
Se marcho con su tropa a primeras horas de la tarde, no sin antes inutilizar el cañón y la cureña que servían para la defensa del Castillo. Tomaron el camino que bordea el río en dirección a Elche y Alicante sin saber el fatal destino que les esperaba; dos días más tarde todos fueron fusilados.
Una vez libres el Alcalde y el Secretario, dispusieron las acciones pertinentes para alertar a la comarca de la presencia de los rebeldes. Las campanas tocaron arrebato o a somatén porque la “caja de guerra” de la Villa se la llevaron los enemigos. Se avisó al Corregidor de Orihuela, al Intendente de Política, a la Real Hacienda y al Comandante General del Arsenal.
Valga este artículo como homenaje a estos hombres idealistas de la libertad, que fueron ajusticiados por los mismos que trataron de salvar, como por desgracia a lo largo de la historia ha ocurrido con relativa frecuencia.
José Viudes Amorós. Vocal de l’Institut d’Estudis Guardamarencs.

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