El Centinela



El centinela: el sol se escondía más allá del “Cabeço Soler,” provocando con sus mortecinos rayos un reflejo rojizo en las pocas nubes que colmaban el cielo, eran las 17:30 de un atardecer del día de Reyes Magos de 1808.
José Hernández Bolaño se cubría del frio viento del norte con el capote de paño de fieltro, prenda del uniforme que le había comprado el Ayuntamiento, para protegerse de las noches invernales durante las rondas reglamentarias de su oficio.
Se dirigía por la calle Santa Lucia hasta su puesto de centinela, que estaba situado en la garita que había junto a la vetusta y oxidada puerta de hierro que daba acceso a la Villa murada.
Su paso era pausado pues aun le faltaba media hora para incorporarse a su trabajo, se desvió por una travesía que daba a la gruesa muralla y subiendo un par de escalones se situó encima de ella, sacó un saquito de tela del bolsillo del pantalón donde llevaba la picadura de tabaco, y  a la vez con un acto mecánico sacó  con la otra mano una cajita con papel de fumar que llevaba en el blusón debajo del capote.
Mientras liaba se decía para él “-de mañana no pasa, voy a presentar una protesta al Cabildo de la Villa-“. A continuación, sacó su pedernal y con un chasquido provocó una brasa en la mecha, acercando el deforme cilindro inhaló una profunda bocanada de humo, seguidamente levantó la cabeza y fue exhalando poco a poco el humo con gran placer, mientras observaba el serpenteante rio que trascurría perezoso a su encuentro con el mar.
Continuó su paseo alrededor de la muralla en dirección a la puerta de la villa, y cuando estaba frente a la iglesia vio la silueta del alcalde D. Pedro Sánchez Domenech, se acercó a él y le dijo:
“- Don Pedro, me estoy haciendo viejo y yo sólo no puedo llevar el oficio de Alguacil Ordinario Personero, el de Macero-Portero y además el de Centinela de la puerta de la Villa, no tengo tiempo ni para dormir-“.
José llevaba desempeñando los tres trabajos desde hacía cuatro años, debido a que por una alarma de epidemia el pueblo se puso en cuarentena en 1804 por las autoridades sanitarias, con tan mala fortuna que el centinela se encontraba en esos momentos fuera de la Villa y l tuvo que asumirr la y el tena por las autoridades sanitarias, con tan mala suerte que el centinela se encontraba en esos momen él tuvo que asumir dicho trabajo, de controlar las salidas y entradas a la población de los vecino y sobre todo de los forasteros.
El día siete se reunió el Cabildo de la Villa, y el Síndico D. León Blasco expuso los motivos de la dimisión de José como centinela. Después de una pequeña deliberación y a propuesta del Síndico se acordó nombrar a Domingo Parres, que hacía algunos años había desempeñado este cargo eficientemente.
Por medio de Andrés Sánchez Pareja, Regidor primero, se le hizo saber a Domingo el nuevo cargo que le habían propuesto, éste aceptó inmediatamente el cargo.
La Diosa Fortuna quiso que Domingo falleciera el 20 de febrero, cuando apenas llevaba un  mes en el nuevo cargo, teniendo que volver José a ocuparlo hasta que se encontrara la persona idónea.


 José Viudes Amorós. Vocal de l’Institut d’Estudis Guardamarencs.



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