La Partera

 Partera: En una calurosa noche del mes de junio de 1811, pasada ya la noche mágica de San Juan, Juana la Partera dormitaba en su húmeda casa, situada en la calle del Rosario a intramuros de la vetusta muralla de la Villa de Guardamar.
Juana López era una mujer enjuta, muy menuda, nerviosa, muy rápida en su caminar, parlanchina y dicharachera. Sus manos habían ayudado a venir al mundo a más de la mitad de los vecinos de la Villa. Los fuertes golpes en su puerta, le despertaron de su letargo, – Tía Juna….Tía Juana- gritaba una joven mientras aporreaba repetidamente su puerta - ¿Qué pasa….Qué pasa?- contestaba Juana mientras se dirigía a abrir la puerta –venga usted corriendo que Josefa la “Roja” ha roto aguas y tiene fuertes dolores, el niño está a punto de Salir-.
Juana corrió rauda a coger sus instrumentos de Partera y se dirigió a la salida de su casa, agarró con su pequeña mano la aldaba de la vieja puerta y cerró de un golpe, mientras el gozne emitía un lastimero quejido.
El manto oscuro de la noche cubría la calle Mayor de la Villa, las pocas lámparas públicas de aceite estaban apagadas, todos los recursos de la población estaban destinados a combatir a los invasores franceses, el año anterior el Intendente del General Joaquín Blake, había requisado casi todo el aceite, paja, carne, y caballerías, para las tropas que finalmente habían expulsado a las del Emperador  Napoleón en Murcia. Así mismo casi todos los hombres útiles de la Villa se habían organizado en Milicias, mandadas por el capitán local León Blasco Claramunt.
Las dos mujeres bajaban con mucha precaución por la calle Mayor, hacía la plaza del Arrabal donde vivía la parturienta, el firme de la calle estaba en muy mal estado desde que las últimas lluvias torrenciales habían arrastrado piedras y abierto pequeños barrancos.
Juana en su apresurado caminar y con la falta de luz, no se percató de una piedra que sobresalía del empedrado de losas, tropezó en ella y cayó de bruces lastimándose las rodillas, se levantó ayudada por la joven y pudo reanudar la marcha sangrando copiosamente.
Finalmente llegaron a la casa y poniéndose “manos a la obra,” aplicando los conocimientos trasmitidos por las mujeres de varias generaciones de su familia, ayudó a Josefa a traer un nuevo niño al mundo.
Ya en a su casa, se curó las heridas, el ajetreo de la noche le abrió el apetito, abrió la alacena y comprobó que estaba completamente vacía, se tuvo que conformar con un mendrugo de pan que se había guardado al mediodía, de una hogaza que le había regalado un pariente. La Junta de Propios le debía el sueldo de varios meses, y tenía que vivir de la caridad de parientes y vecinos. Escribió una carta al Alcalde de la Villa León Blasco para presentar su dimisión del cargo de Partera, alegando su avanzada edad y el mal estado de las calles, dando un plazo de ocho días para encontrar a otra persona que se hiciera cargo del empleo de Partera  de la villa.
José Viudes Amorós. Vocal de l’Institut d’Estudis Guardamarencs.

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