El Cólera de 1854
El cólera de 1854:
El cólera- morbo había
invadido ya la Península, y el 10 de Agosto de 1854 se presentó en Alicante el
primer caso de aquella terrible enfermedad que de una manera tan horrorosa iba
a devastar a la población de los pueblos de la provincia.
Inmediatamente se
adoptaron algunas medidas y se dieron las órdenes oportunas para que los
médicos estuviesen prontos a combatir el contagio, éste se declaró oficialmente
el día quince; pero fue tal la intensidad conque se desarrolló, que fueron ya
inútiles los esfuerzos de la junta y de los alcaldes para poner remedio al
pánico que se apoderó de la población.
Mucho se ha escrito acerca de aquel
terrible período de la historia, Alicante que era la capital en ciertos
momentos pareció hallarse condenada a desaperecer de la faz de la tierra.
!Seis
mil personas llegaron a sentirse invadidas de las diez mil que quedaban en la
población. A los estragos del contagio se unieron en breve los horrores la
carestía y aún del hambre.
El 20 de octubre de 1854 en Guardamar habían afectados 30 personas, 20
de ellas adultas, doce mujeres y ocho
hombres de entre 20 y 40 años, seis niños y cuatro niñas entre uno y cuatro
años.
Los facultativos de
medicina y cirugía de la localidad D. Victorio Lafuente y D. Pedro Jiménez
emitieron un informe diciendo que el cementerio aunque muy cerca de la
población, no era perjudicial para la salud pública pues se encontraba en un
paraje muy ventilado, aunque requería una reparación de sus paredes y a ser
posible una ampliación, pues se estaba quedando pequeño, estas obras no se
pudieron realizar porque el Ayuntamiento era muy pobre y carecía de recursos
para acometer estas reformas. Según las "Memorias Higiénicas" de finales
del siglo XIX, la alimentación de los alicantinos se componía de un desayuno
con "una taza de café o una copa de
aguardiente"; el almuerzo, a las 8 de la mañana, con "un pedazo de pan y un trozo de atún, bacalao o
pescado frito, no acostumbrados a tomar vino a esa hora"; la
comida, a las 12, estaba formada por "un
plato de arroz con bacalao u otra clase de pescado..." y
acompañaban la comida con pan de segunda y de vino que tenía una tercera parte
de agua; y la cena, en la que tomaban "unas patatas cocidas".
Algunos
días mejoraban la dieta y comían el clásico cocido, pero esto no sucedía más de
cinco o seis veces al año. Para colmo, un tercio del salario había que
dedicarlo a comprar pan, pues los obreros sin cualificar cobraban 10 reales al
día y tenían familias numerosas.
Esta deficiencia alimenticia permitía la
reproducción de enfermedades infecciosas con altos índices de mortalidad. Las
más características eran el sarampión, la viruela y la fiebre amarilla, que se
desarrollaba muy fácilmente en Guardamar a causa de sus condiciones climáticas.
José Viudes Amorós. Vocal de l’Institut
d’Estudis Guardamarencs
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