La Milicia
La milicia a finales del siglo XIX: El servicio militar
marcaba profundamente la vida de los jóvenes Guardamarencos de la época.
Para un muchacho que no había salido nunca de su entorno, con una cultura más
bien escasa -muy pocos sabían leer y escribir-, suponía una aventura en algunos
casos traumática (ver nuevos mundos, gentes con otra manera de hablar, pensar,
color etc., enfrentarse a guerras, epidemias o enfermedades raras).
En
este contexto podemos enmarcar la fiesta de los “quintos” que se organizaba el
día del reconocimiento y tallaje, como si fuera un primitivo rito tribal, donde
se pasaba de la adolescencia a la madurez. En esta fiesta se competía para ver
quien era más valiente y realizaba mayores gamberradas, se tiraban los carros
aparcados en la calle a la “costera” (barranco que estaba en la estación de
autobuses), ponían picaportes, rompían las farolas del alumbrado público, entre
otras muchas gamberrada de mal gusto.
Si
algo positivo tenía el servicio militar, era ser un poderoso mecanismo para la
unificación cultural del País, a través
de la jerarquización de los símbolos, de los hábitos y de las normas que
se les imponían a los reclutas.
La
Ley de remplazos de 1877 establecía que la duración del servicio militar de
ocho años. -cuatro en activo y cuatro en la reserva-. Los municipios serían los
encargado de reclutar a todos los jóvenes que cumplieran 20 años, presentando
los interesados las alegaciones que procediera, la altura mínima que se pedía
era de 1,54 m. El 21 de enero de 1877 se llamaron a todos los mozos de
Guardamar que cumplían los 20 años, -a excepción de los que estaban inscritos
en la Marina-, al Sr. Cura Párroco,
Pascual Munera para que concurriera con los libros bautismales a la Casa
Consistorial.
El
marcharse un hijo a la mili suponía un gran quebranto para la economía de la
familia, no tanto por el gasto que ocasionaba sino por que dejaba de haber un
jornal disponible en su seno, con lo que esto entrañaba en una economía
agrícola.
La
vecina de esta Villa Rosalía Viudes Hernández, madre del marinero de la fragata
“Sagunto” Manuel Ródenas Viudes, expuso en junio de 1882 ante el tribunal que
era su único hijo y que estaba viuda sin recursos y con otro hijo de 17 años.
Se exceptuó del servicio de tripulación de buque de guerra.
El
10 de enero de 1886 se presentaron en la Casa Consistorial varios mozos
acompañados por sus padres y familiares, procediéndose a la formación del
alistamiento del remplazo de este mismo año.
Con
los libros bautismales que presentó el cura D. Francisco Sánchez y junto padrón municipal se inscribieron todos los
mozos que sin llegar a 20 años habían cumplido 19 o los cumplían desde el 1 de
enero hasta el 31 de diciembre, y todos los casados o viudos menores 40 años
que no fueron llamados anteriormente por cualquier motivo.
El
sorteo de los quintos era todo un acontecimiento, se realizaba en el Salón del
Ayuntamiento mediante saculación, este método consistía en introducir
tantos números como quintos en un saquito y los nombres de
éstos en otro. Procediendo posteriormente dos niños menores de diez años a la extracción de
las papeletas previamente removidas adecuadamente, entregando la papeleta del
nombre al Síndico y las del número al Presidente, anunciando en voz alta el
resultado y colocando las papeletas en la mesa.
José
Viudes Amorós. Vocal de l’Institut d’Estudis Guardamarencs
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