La Pesca
Este mismo año de
1400, el rey Martín I de Aragón, llamado el Humano (1356-1410) hizo donación a
la reina María de Luna, su mujer las salinas de Guardamar. Su síndico Pedro Bisbe, suplicó al concejo de
Orihuela, que el mensajero que le iba mandar al Rey para tratar sobre el pago de
derechos de pesca de la Aguella a la reina María, les eximiera del pago de la
parte que les tocaba, por la mala temporada que habían tenido.
Los pescadores de
Guardamar, vendían sus capturas a los arrieros que venían de diferentes
poblaciones para comprar el pescado y revenderlo posteriormente. Luís Martí,
síndico de Orihuela en 1402, observando la escasez de este producto en la villa,
nombro como teniente suyo a Antonio Sarañana, exclusivamente para que vigilara
la playa y multara a todos aquellos pescadores que no vendan su pescado a los
trajineros de Orihuela. Ganarse la vida para las personas de esta época no era
una tarea fácil, y aún más si cabe en una zona fronteriza rodeados de enemigos
por todas partes. Cuando menos te lo esperabas entraban los moros, cuando
hacían la paz con ellos entraban los murcianos, o bien los piratas africanos.
Además, se guerreaba entre diferentes villas o señores rivales del mismo reino.
En 1404, un caballero de Orihuela llamado Arnau Masquefa, tenía un rebaño de
vacas paciendo en su delmario[1]
del almarjal. Un grupo de vecinos de Guardamar, al ver las vacas tan tranquilas
y solitarias, decidieron llevárselas a sus casas. Recibida la denuncia por parte
del Consejo de Orihuela, mando un mensajero portando una carta dirigida al
teniente del justicia de Guardamar para que castigara a los autores de dicha
tropelía y que otra vez no se atrevieran a cometer tal desafuero. El teniente
de Justicia de Guardamar le respondió con el mismo mensajero, que no se
preocupasen que cuando se enterara de quien había sido les castigaría sin
demora.
En 1406 varios
caballeros de la gobernación con una docena de jinetes, entraron en una operación
de castigo en el reino de Granada por la captura que habían hecho del hijo del
alcaide de Guardamar y otras personas en distintos puntos de la vega. El rey
granadino protestó ante el rey de Aragón Martín I por la entrada realizada por
estos caballeros que ponían en peligro las buenas relaciones que tenían los dos
reinos. Éste para preservar la paz mandó apresar a los caballeros. El concejo
de Orihuela de donde eran vecinos, escribió una carta al síndico Ginés
Silvestre para que defendiera la causa ante el rey, pues si entraron en Granada
fue en castigo de haber hecho ellos antes varios cautivos.
Como hemos comentado
anteriormente, la frontera granadino-castellana era muy permeable, sobre todo
por la zona del campo de Cartagena, los moros de Vera entraban por este
corredor menos habitado hasta la vega baja del Segura, otras incursiones la
realizaban por mar acercándose sigilosamente a la costa por la noche para no
ser descubiertos por los vigías de las torres costeras, y rápidamente daban un
golpe de mano llevándose algún cautivo para pedir posteriormente rescate. La
ciudad de Vera era la ciudad que por su situación estratégica donde se llevaba
la mayoría de los cautivos que apresaban los moros, podríamos decir que sus
vecinos vivían de esta actividad fronteriza, por esta causa los alfaqueques[2]
murcianos y oriolanos tenían en ella su residencia.
El tiempo que una
persona podía estar cautiva dependía de la negociación del alfaqueque y del
tiempo que se tardaba en conseguir la suma requerida por los captores, algunas
veces se admitía el pago en especie o bien por el canje de un cautivo
cristiano. Se daba el caso que la persona cautiva para poder recaudar la suma
exigida, se liberaba dejando en prenda a un hijo o familiar que no se liberaba
hasta que no conseguía la suma del rescate.
A pesar de la paz,
todos estaban recelosos y desconfiados, sobre todo porque tres galeotas que
habían atracado en el rio a cargar sal, informaron que habían observado mucho
movimiento de hombres y caballos en Granada. Al difundirse esta noticia, desde
el consejo de Orihuela se ordenó colocar los atalayas en los sitios de
costumbre, sacaron el pendón y emitieron un bando para que todos tuvieran
preparadas sus armas y caballos.
Un día de 1407, los
Justicias y jurados de Guardamar vieron un rebaño de cabras que estaban
abrevando en el aljibe de Calamueco, que estaba dentro del término de Orihuela.
Los jurados comprobaron que algunas cabras habían entrado a pastar en algunos
bancales del alfoz de su jurisdicción, decidieron llevarse el macho cabrío como
prenda de los daños que podían haber cometido. Martín López, Juan Oliver y Juan
Ruiz dueños de la cabaña de los caprinos, denunciaron el hecho ante el justicia
de la villa de Orihuela. El concejo de dicha villa, mandó un requerimiento en
nombre suyo y del Rey, para que restituyesen el cabrón que no tenían derecho de
retenerlo o que dijesen lo que pensaban hacer.
Guardamar les
respondió que se lo llevaron porque había entrado el ganado en su huerta
haciendo gran destrozo del cultivo y por lo tanto se lo quedaban como prenda de
los daños cometidos. Orihuela contestó que ellos no tenían derecho de tomar
prenda a los vecinos de su villa y que devuelvan el cabrón por las buenas o se
verían en la necesidad de acudir al justicia por vía penal. No sabemos cómo se
resolvió el conflicto, pero lo que está claro es que las tiranteces entre las
dos poblaciones continuarían a lo largo de los años para conseguir su espacio.
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