La Torre de la Iglesia
Hoy nuestros ritmos diarios se rigen por el reloj. Pero hubo un día en que
las gentes, se regían por los toques de las campanas del templo. Las Campanas
avisaban de las horas de los rezos, del final de la jornada, de la muerte de un
parroquiano o de la existencia de un peligro. Aún hoy los más ancianos
recuerdan bien el sonido de “tocar a muerto”, “si el fallecido es mujer u
hombre”, “toque de Misa”, o “tocar a rebato, en caso de fuego o peligro”.
A
mediados de Mayo de 1883, la iglesia de
Guardamar estaba inacabada. Carecía de torre de campanario y las campanas de la
antigua estaban a la espera de poderse montar.
Agustín
Almarcha, cura párroco de la iglesia de San Jaime, se dirigió en la mañana del
día 13 a la Casa Consistorial y le expuso al Alcalde “que era muy necesario
iniciar las obras de construcción de la torre de la iglesia para colocar las campanas
y el reloj público, elementos imprescindibles y muy necesarios para poderse
regir en la vida diaria la población”. El municipio carecía de recursos para acometer
las obras, por lo que se decidió apelar al sentimiento religioso de los vecinos
y así poder recaudar los fondos necesarios para realizar dicha obra. Al
tratarse de un edificio religioso se tenía que pedir permiso al Obispo de la
Diócesis para poder iniciar los trabajos. Para ello, la Corporación del Ayuntamiento
acordó nombrar una Comisión para visitar al Prelado y pedir la autorización pertinente, compuesta por: El
alcalde, José Gómez Aguirre; el Juez, Domingo Hernández Lucas; el Fiscal
Municipal; el vecino, José Verdú; Sr. Cura, Agustín Almarcha; Presbítero, Juan
Hernández y el Secretario de la Corporación, Enrique Lafuente Ruiz.
La Comisión
emprendió el viaje hacia la capital de la Gobernación unos días más tarde.
Viajaron en un par de tartanas por el polvoriento y seco camino, tardando unas
tres horas en cubrir las cuatro leguas que separaban a Guardamar de Orihuela. Una
vez en el palacio Episcopal esperaron una media hora para ser recibidos por el
Prelado.
El Obispo,
Monseñor Félix Herrero Valverde, los recibió con grandes muestras de cariño, y
después de escuchar atentamente el motivo de la visita expuesto por la
Comisión, les dijo –“Hijos míos, yo soy por razones obvias el más interesado en
llevar a fin las obras que solicitáis para la construcción del campanario y
cuanto antes se inicien, mucho mejor”.
El
Obispo les prometió toda la ayuda que estuviera en sus manos. Pero serían los
feligreses los que sufragarían con sus aportaciones el grueso de los gastos
derivados de la construcción del campanario. Pues era bien sabido que las arcas
del obispado estaban vacías después de atender las grandes calamidades que
estaban asolando la Diócesis –riadas, sequías, enfermedades…
La Comisión
regresó a la Villa satisfecha por el recibimiento dispensado por el Sr. Obispo.
Informando de todo lo acontecido en la audiencia al resto de la Corporación
Municipal en el Pleno celebrado el 27 de mayo. Se iniciaron las obras
inmediatamente con el poco dinero que contaba el Ayuntamiento y el donativo del
Obispo. Un mes después, el día 29, se suspendieron las obras por falta de
recursos económicos. La Corporación decidió entonces recurrir a los vecinos
solicitando algún donativo para “poder terminar la obra de la torre
campanario”.
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