El problema catalán

El problema Catalán: Al igual que le ocurre hoy a Felipe VI, para el gobierno de  Felipe IV, Cataluña fue en principio un problema fiscal, pero desde 1626 se convirtió también en un problema político. Con la entrada de Francia en la guerra de los Treinta Años, el gobierno español estaba hostigado en varios frentes. Esto provocó que se tuvo que improvisar nuevos reclutamientos de tropas y aplicar nuevos impuestos para pagar a las tropas. Esto supuso el “llover sobre mojado”, la población estaba agotada y reinaba un gran descontento con los gobernantes. Los gastos de defensa para 1636 superaban los 9 millones de escudos, absorbidos en su mayor parte  en el frente de los Países Bajos. El año siguiente ya superaron los 13 millones mientras que los ingresos ascendían sólo a 7,25 millones de escudos.
Con la entrada en la guerra de Francia, Cataluña se convirtió en un punto estratégico para la defensa de la Península. La resistencia catalana ante los nuevos impuestos seguía viva a pesar que Barcelona aportó a la corona 308.500 Lliures en préstamo o donativo, pero esta cantidad sólo era la mitad de lo que debía la ciudad en concepto de Quintos. Los catalanes continuaron negando enviar tropas a los frentes fuera de sus fronteras por que lo prohibía su Estatuto. La situación se volvió muy tensa y un miembro de la Diputación y dos del consejo de la ciudad fueron encarcelados. La “olla a presión” estalló y los campesinos de Girona y La Selva atacaron a los tercios allí acantonados. La violencia fue implacable uniéndose los segadors y trabajadores temporales, que se hicieron dueños de Barcelona, matando incluso al Virrey cuando intentaba huir por la playa.
La rebelión escapaba del control del gobierno e incluso de los mismos dirigentes catalanes. Ante el preparativo d un ejercito castellano, los dirigentes catalanes pidieron ayuda a los franceses, estos enviaron 3.000 soldados que debían mantener los catalanes, alojándolos y pagando a la tropa. En 1644 las tropas de Felipe IV ocupan Lleida donde el Rey juró respetar las constituciones catalanas.
Los franceses coparon el comercio catalán de cereales y productos manufacturados, muy pronto la pequeña burguesía se dio cuenta que estaban peor con Francia que con Castilla, que este cambio no supuso una mejora en sus condiciones, muy al contrario empeoraron mucho más si cabe. El descontento lo aprovechó Felipe IV para lanzar una contraofensiva y intentar recuperar desesperadamente el principado. Su hijo bastardo D. Juan de Austria al mando de un ejercito, avanzó sobre Barcelona, mientras que las fuerzas navales establecían un bloqueo, la ciudad se rindió el 13 de octubres de 1652, aceptando la soberanía de Felipe IV éste prometió una amnistía general y la conservación de los privilegios que le otorgaba sus constituciones. Terminaba así la aventura separatista que supuso un gran número de vidas humanas, las tierras de la Cerdaña y el Rosellón quedaron en manos francesas y gran número de caudales que se hubieran podido emplear en otros frentes.
No caigamos en el mismo error que la historia nos muestra. El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.

José Viudes Amorós. Vocal de l’Istitut d’Estudis Guardamarencs.

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