La paz
En la edad media las
guerras consistían principalmente en asediar una villa o castillo hasta que los
defensores rendían la plaza por hambre, en lo posible rehuían el enfrentamiento
abierto, limitándose los ejércitos a hostigar la retaguardia de uno y otro. El
reinado de Pedro I, terminó con su muerte a manos de Enrique II de Trastámara su
hermanastro, “El Fratricida”. Muerto Pedro I, se firmó la paz entre Aragón y
Castilla.
Pero esta paz, no
significó para nuestra comarca un estado de tranquilidad, los moros de Granada,
con la ayuda de los que residían en las aljamas o los cautivos que trabajan
como esclavos para los cristianos, entraban por la huerta cometiendo toda clase
de tropelías, robando, llevándose ganado y personas que luego lo intercambiaban
por dinero (los cristianos hacían lo mismo en Granada, era una forma de ganarse
la vida en la zona de frontera). Eran
tan frecuentes estas entradas, que pusieron día y noche atajadores y atalayas
en las zonas de paso. Como los moros tenían que cruzar para llegar a la huerta de
Murcia, acordaron con éstos pagar a medias el servicio de vigilancia que
pusieron por la zona de la frontera granadina. A pesar de todas estas medidas
continuaron las entradas en uno y otro sentido.
Debemos tener en
cuenta que cuando se repobló Murcia. Alfonso X quiso evitar la excesiva fuerza
de los nobles y alejó a estos de la capital, dándoles grandes extensiones en la
frontera con Granada, donde la población era escasa, la economía de esta zona
era eminentemente ganadera y la población se agrupaba alrededor de los
castillos, por lo tanto, la frontera era muy permeable. En la zona de la
huerta, por el contrario, la tierra se repartió en pequeños lotes, donde los
campesinos construían sus viviendas.
Finalmente se llegó
a un acuerdo con los granadinos que frenó un poco estos desmanes: Si entraban
los moros en nuestra gobernación y robaban o prendían cautivos, los moros
residentes de las aljamas tenían que restituir lo robado y si eran personas
pagar con su dinero los rescates, y viceversa los cristianos residentes en
Granada pagaban los daños que hacían los cristianos. Con estas medidas se
frenaron las entradas, pues los moriscos ya no ayudaba a entrar ni informar a
los granadinos, muy al contrario, cuando se enteraban que se estaba organizando
una razia la denunciaban a las autoridades para que pusieran medidas. En 1400 detectaron
la entrada por Lorca, de cinco moros muy peligrosos, los atajadores les
siguieron el rastro y al pasar por una zona escarpada les dieron una emboscada
y los mataron a todos, siendo recompensados los vigilantes con 15 florines.
También vinieron noticas de que se estaba preparando una armada en África para
atacar Alicante, avisaron a Guardamar para que estuviera preparada por si
decidían atacarla, el concejo ordenó que todos lo que habitaban su huerta
entraran en la villa, por fortuna, todo quedó en una falsa alarma.
En 1406 varios
caballeros de la gobernación con una docena de jinetes, entraron en una
operación de castigo en el reino de granada por la captura que habían hecho del
hijo del alcaide de Guardamar y otras personas en distintos puntos de la vega. El
rey granadino protestó ante el rey de Aragón Martín I y éste para preservar la
paz mandó apresar a los caballeros. El concejo de Orihuela de donde eran
vecinos los caballeros, escribió una carta Ginés Silvestre para que defendiera
la causa ante el rey, pues si entraron en Granada fue en castigo de haberlo
hecho ellos antes tomado varios cautivos.
A pesar de la paz,
todos estaban recelosos y desconfiados, sobre todo porque tres galeotas que
habían atracado en el rio a cargar sal, informaron que habían observado mucho
movimiento de hombres y caballos en Granada. Al difundirse esta noticia, desde
el consejo de Orihuela se ordenó colocar los atalayas en los sitios de
costumbre, sacaron el pendón y emitieron un bando para que todos tuvieran
preparadas sus armas y caballos.
Los granadinos
siempre estaban inquietando a los habitantes de Guardamar, esta vez fueron dos
galeotas, que en el año 1410 atacaron a tres barcas de comerciantes catalanes
que estaban fondeadas frente al Molar. Los corsarios que venían de alta mar,
cuando divisaron la presa se acercaron al cabo del Asno y desembarcaron unos
cuantos hombres, acercándose por tierra a la altura de las barcas para que los
cristianos no se escaparan. Cuando los catalanes se percataron de que las
galeotas les iban a abordar, arriaron dos esquifes y salieron huyendo para
resguardarse en el río; los moros les siguieron por mar y tierra. Cuando
intentaban entrar a la Gola uno de los esquifes se puso de través a una ola y
volcó, matando los perseguidores a un cristiano y cogiendo dos cautivos.
Los de Guardamar que
habían observado cómo se había desarrollado los acontecimientos, armaron cinco
barcas con diez remeros cada una. Salieron al mar con intención de abordar a
los corsarios, pero éstos viéndoles venir vararon sus barcas y salieron
corriendo por piernas. Mientras tanto desde el castillo hicieron varias
alimaras (fogatas) para avisar a los de Orihuela, éstos no respondieron a las
señales de socorro. Visto el resultado el concejo de Guardamar mando un
mensajero quejándose de lo ocurrido, pidiendo que pusieran mejores guardas en
las torres porque no se habían enterado de nada. Así en el caso de que llegara
un verdadero peligro pudieran venir a socorrerlos. Los marinos catalanes
también se quejaron, porque los vecinos querían quedarse las barcas como
rescate, pero el concejo las mandó restituir por la ley del mar, pues no había
pasado el tiempo necesario desde que se rescató hasta que se pidió la
restitución.
El concejo de
Orihuela ordenó que se pusieran buenos
guardas tanto en su castillo como en el de Guardamar, prestando a los alcaides
lo que fuera necesario para su defensa. Pidieron al baile general de Valencia
cinco bombardas a cuarterón y otra de media arroba, diez ballesteros fuertes de
sinfonías, una caja de viratones (flechas), una arroba de salitre, un cuarterón de azufre, y una receta de cómo
se hace y mezcla la pólvora.[1]
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